domingo, 12 de julio de 2009

Pretenciosa primera entrada

Esta es mi primera entrada en un blog, en el pasado había intentado crear uno para publicar una que otra poesía o reseña de algún libro que me hubiera impactado, pero lo abandoné al darme cuenta que me aburría hacer esto, pues no me parecía nada nuevo ni valioso, y es que me gusta la idea del blog porque es como una publicación inmediata, es compartir mi mundo en general, en todas sus palabras, y en todas sus sensaciones con un mundo que no conozco, y probablemente con alguno que conozca y le comparta esta dirección.

Me costó mucho trabajo esta primera entrada pues no sabía qué poner primero, no sabía por ejemplo si empezar con una descripción personal, si poner la reseña del último libro que leí o del último disco que escuché, y después de mucho pensarlo me decidí por escribir sobre esto, sobre esas primeras publicaciones, esa necesidad que se tiene por que el mundo conozca un trabajo personal y solitario, y tratar de indagar, por qué suele ser solitario, y subestimado el escribir, en estas nuevas convenciones sociales, que nos aíslan en un mundo falso y virtual, con una falsa pretensión de presencia y contacto, en un mundo de facebook y msn, en donde tienes que estar poniendo frivolidades a toda hora para que algunas personas piensen que eres agradable y que lo pasas lo más de bien. Bueno pues no lo pienso así pues aunque aburra a algunos cuantos, me he decidido por publicar mi vida, solo que no en pequeños aforismos vacíos como en los estados y mensajes personales, sino publicar completa y permanentemente mis discusiones, mis sueños y mis ficciones, a ver si alguno de mis conocidos y desconocidos virtuales se animan y comparten también su visión completa del mundo. O me conocen mejor.

Hace unos días me encontraba en una librería y me encontré con un Stand de libros en los que solo se exhibían “obras completas” de distintos autores, la mayoría de ellos grandes plumas que me han deslumbrado a lo largo de mi vida, pero se me hizo curioso que por ninguna parte del stand se mostraba algún tomo cuyo título fuera: “obras completas” y que hubiera sido escrito por alguna colaboración literaria, incluso me puse a buscar colaboraciones, y después de una búsqueda más o menos exhaustiva en la pequeña librería no las encontré a menudo en la sección de literatura, sino en las secciones académicas y realmente donde conseguí textos más o menos heterogéneos literariamente hablando, fue en pocas partes más allá de las antologías de relatos y poemas, y me pareció por un momento que tal vez el trabajo del escritor es un trabajo solitario, en tanto que se cultiva a lo largo de largas tardes y noches de trabajo, una suerte de estilo, de ritmo propio que se vería entorpecido por la colaboración de otra mente acostumbrada a su propio ritmo de ideas, y que desemboca en un convencimiento de ser únicos, convencimiento que se da desde el primer momento en el que uno piensa que ha terminado una historia decente y publicable.

Ahora bien la pretensión de escribir cualquier cosa y que sea publicada inmediatamente, es una sensación de la que estoy seguro muchos escritores comparten, la ambición por el reconocimiento por parte de una comunidad ya sea literaria, académica, intelectual, o ante cualquier público posible, esa egolatría de los escritores, me parece apenas evidente y entendible. Esta vanidad que impulsa una necesidad de publicación inmediata, da como resultado que los escritores más jóvenes se sientan frustrados (y vaya que es una amarga frustración) al encontrar rechazos y burlas, ya que aún siendo conscientes de que no es una gran obra, se abriga secretamente la ilusión de un descubrimiento grandilocuente de un nuevo genio precoz, es como un complejo de Mozart que se tiene en individuos acostumbrados a escuchar grandes alabanzas por parte de sus seres queridos por sus gustos y aficiones académicas, como si el ser espectador de tan altos relatos, lo hiciese a uno más cercano a tener esas mismas dotes.

Recuerdo el primer relato que escribí alguna vez, era una sucesión de plagios que se nutrían de una u otra idea que se me había ocurrido por aquellos días; las palabras eran las mismas frase tras frase, plagiaba a Cortázar, a Borges, a Eco, a Poe, en fin eran muchos los autores, algunos más cercanos que otros, algunos más lejanos en su grandeza, pero finalmente me encontraba con textos bastante poco originales, que realmente al ser leídos por alguien en voz alta, me producían una sensación de vergüenza ajena indescriptible. Sin embargo no culpo estos plagios ya que los textos que inauguraron mis dedos en el teclado qwerty, me permitieron empezar a crear un juego que devino en vicio, que ahora irrefrenablemente me impulsa a escribir cada idea que me viene dada por el azar de los días. Este juego que ahora me permite lanzarme a este mundo omniaccesible que es el de los blogs.



(Prometo continuarlo pronto)

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